El laconismo de Noboa: ¿virtud o defecto?

Debo confesar que me encantó el discurso del nuevo presidente de la república en su ceremonia de posesión. No dijo nada. Daniel Noboa estuvo en plena sintonía con las circunstancias y las perspectivas de su próximo mandato: no tiene plan de gobierno ni tiene tiempo. En cierto sentido, toca agradecerle por este acto de franqueza. La economía del lenguaje refleja una escasez de ideas.

El laconismo puede ser una virtud o un defecto. Depende de los contextos. Conozco de mujeres que se han divorciado porque sus maridos no hablaban. No me refiero a hablar en el sentido de emitir vocablos, sino de expresar sentimientos, transmitir aspiraciones, manifestar conflictos, etc. En el campo de la política la situación difiere, porque se trata de una relación con millones de ciudadanos y de una responsabilidad con su vida. La clave, entonces, es el equilibrio de los discursos del poder: ni tanto que quemen ni tan poco que no alumbren. Exagerar la parquedad de un mandatario es peligroso, porque sumerge a la sociedad en un océano de incertidumbre. Tampoco es conveniente irse al extremo de esos mandatarios del pasado cercano, que de tanto hablar terminaban adornando sus declaraciones con unas solemnes pendejadas.

El presidente Noboa no necesitaba de mucho tiempo para presentarle al país unas líneas básicas y prioritarias de política pública. Es decir, aquellas que serían posibles en el año de ejercicio que le queda, antes de que el país ingrese de lleno en la vorágine electoral de 2025. Hay temas ineludibles por su trascendencia, pero que estuvieron ausentes de su mensaje: acciones inmediatas para reducir la inseguridad, lucha contra la corrupción, relación con el movimiento indígena, saneamiento de la función judicial, financiamiento del IESS… por citar únicamente los que están en la punta de la lengua de la ciudadanía.

Si el presidente Noboa pretende vacunarnos contra la demagogia incurre en un grave error. Hablar mucho no equivale a decir mentiras, como hablar poco tampoco equivale a decir verdades. Y el silencio puede ser una manifestación tanto de sabiduría como de ignorancia.

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Artículo de Juan Cuvi: «El laconismo de Noboa: ¿virtud o defecto?»

Lo mínimo que exige una sociedad democrática es coherencia y realismo de parte de sus mandatarios. Inclusive las utopías deben tener una dosis de posibilidad. El presidente Noboa tuvo un mes para reponerse del susto del triunfo y compensar las imprecisiones con propuestas claras. Pero hasta ahora, la única señal inequívoca que ha enviado es su ruptura con la vicepresidenta. Del resto solo encontramos vaguedades, generalidades y opacidades, como el acuerdo legislativo con socialcristianos y correístas. O la composición de su gabinete.

Autor: Juan Cuvi

Fuente: Plan V

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