La economía hacia abajo

El deterioro de las condiciones económicas de la población ecuatoriana se debe en gran parte a las consecuencias del incremento de la tasa del IVA. Su agravamiento se perfila con la eliminación de los subsidios a los combustibles. No otra cosa, revelan las cifras oficiales que dan cuenta del comportamiento de la economía en el presente año: decrecimiento del consumo de los hogares en casi el 1,3 por ciento. Se revela la baja de la capacidad de consumo por los bajos ingresos para la mayoría de la población.

Las importaciones también han decrecido en un 3,3 por ciento, lo cual demuestra que el Ecuador no está consumiendo lo suficiente de lo importado. Es inútil hablar de la baja del consumo por reorientación del ingreso hacia el ahorro; la precariedad de los ingresos y el desempleo elevado no permiten más que satisfacer mal y sin regularidad las más elementales necesidades de supervivencia de la población más débil económicamente.

Al analizar los resultados del desempeño de la economía en lo que va del 2024, a través del PIB, llama la atención que importantes variables –el gasto del gobierno, las exportaciones, las importaciones, la inversión­- demuestran un decrecimiento, pese a que las cifras oficiales informan que este ha crecido en un 1,2 por ciento. Esto no tiene lógica; o las cifras mienten o mienten quienes las manipulan.

Si no se mantiene un ritmo adecuado del consumo, es alejado de la verdad sostener que se está reactivando la economía, como lo hacen las declaraciones oficiales. Si los hogares tienen menos capacidad de consumo, es dable deducir que las empresas no están vendiendo lo suficiente; por consecuencia no se contrata gente, es decir, no se está generando empleo. Una de las consecuencias del desempleo es el aumento de la migración y la dependencia del país con respecto a las remesas enviadas por los ecuatorianos, que no encontraron las condiciones mínimas para subsistir con sus familias, y tuvieron que abandonarlas.

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Artículo de Rodrigo Albuja: «La economía hacia abajo»

El país enfrenta una escasez de recursos para hacer frente a necesidades impostergables. En el muy corto plazo es urgente sanear las finanzas públicas cuidando que no se repita el vicio que ha estado presente durante la historia republicana: inclinar la espada hacia la espalda de los más necesitados para la solución de los problemas: aumento de impuestos -el IVA-, reducción de los subsidios –los combustibles-, rebaja del presupuesto para educación y salud, incumplimiento de las transferencias a los gobiernos locales, hospitales sin suministros ni medicinas, atrasos de pagos a proveedores, deuda creciente a la seguridad social.

La focalización de subsidios es importante, porque puede poner fin al beneficio gozado por contrabandistas y sectores de altos ingresos. Lo procedente es destinar los recursos ahorrados hacia el financiamiento de proyectos que reactiven la economía y que incentiven el consumo de la producción de las empresas. Con ello se crearía una nueva masa de recursos que sostengan el crecimiento económico y una verdadera política social. Entonces se debe cuantificar la necesidad real de recursos, pues el aumento del IVA o la focalización de los subsidios no van a ser suficientes para la inversión pública. Lo crítico es que los ahorros que se están generando no van a permitir realizar inversiones grandes.

Se entiende que el problema de la seguridad merece la atención prioritaria. Pero el problema no es solamente la falta de recursos, sino fundamentalmente la incapacidad para ejercer el poder público y cumplir con el deber de gobernar en favor del país. Una evidencia es la baja ejecución del presupuesto del sector público hasta mayo de 2024, que no supera el 17 %; es el peor índice de ejecución de los últimos 7 años. En fin, se ha satanizado la inversión pública, pero los grupos de poder se han encaramado en el Estado para succionar los recursos públicos.

Autor: Rodrigo Albuja

Fuente: El Comercio

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