Velasco, Bucaram y Correa

Rafael Correa goza de enorme legitimidad política, es decir, de un reconocimiento mayoritario de los gobernados hacia su liderazgo político. Las mayorías -siempre ambiguas y anónimas-se han rendido a Correa. Lo muestran sus recurrentes victorias plebiscitarias y electorales, su capacidad para movilizar apoyos sociales y el respaldo permanente en las encuestas. El fenómeno Correa resulta intrigante. ¿Cuáles son sus secretos? En un país tan volátil en sus adhesiones políticas y tan desleal frente a sus liderazgos partidarios y personales, Correa resulta una excepción. Si, como sostienen algunos investigadores, él es un heredero de la tradición populista en el Ecuador, cabe preguntarse ¿qué le diferencia de sus antecesores?

Mi visión es que conjuga elementos velasquistas y bucaramistas, ilustrados y plebeyos. De Bucaram, aprendió su capacidad para romper el orden simbólico de la política identificándolo como un orden de las élites. Bucaram y Correa usan términos bastante similares -«aniñados», «pelucones»- para descalificar a los grupos de poder y movilizar a los sectores populares en su contra. Cuando rompen el orden simbólico de la política, una frontera que se construye artificial y retóricamente, encarnan las emociones populares: sudan, cantan, se suben a las tarimas, gritan, deliran. Pero tiene algo de Velasco: sus rasgos más intelectuales y elitistas. No es el filósofo que cita a Teilhard de Chardin, pero es un profesional con PhD de universidades gringas y europeas que deslumbra con su conocimiento y manejo tecnocrático de los asuntos estatales. Correa amalgama, pues, rasgos del populismo bucaramista -de las periferias, del afecto, del resentimiento hacia los ricos- con esa encarnación intelectual de Velasco, que lo diferenciaba del pueblo y de la vulgaridad de las élites partidarias.

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Los mayores líderes populistas de Ecuador

Aparte de juntar esas dos tradiciones, ¿qué más agrega Correa al populismo? La extracción social de sus cuadros: gente de clase media con una formación académica en su respectivo campo. Se trata de un grupo social que opera como una bisagra entre las aspiraciones de movilidad y ascenso social de las clases medias -en una sociedad fuertemente estamental- con una solidaridad hacia los pobres y excluidos. El discurso en contra de las élites junta dos vertientes: el mérito por encima de la condición de clase -la meritocracia de la clase media como herramienta de ascenso y conquista de derechos para gobernar- y el vínculo con los sectores populares desde una vertiente estatal populista.

Correa encarna los anhelos de la clase media, pero en solidaridad con los pobres. Una clase media que acumula gracias al Estado pero que reparte desde el Estado en un momento de auge y festín petrolero. Descompone el orden desde una lógica de confrontación populista/bucaramista pero lo recompone desde un proyecto de clase media amparado en un Estado tecnocrático fuerte y centralizado.

Bucaram descomponía el orden político dominado por lo aniñado y lo pelucón, pero nunca lo recomponía, por eso no duró en el poder. Correa lo descompone, crea el vacío y el antagonismo constantes, pero lo reconstituye todo el tiempo mediante un poderoso aparato estatal legitimado en su personalismo y en la firme voluntad de aplastar -literalmente- cualquier amago de contesta.

Autor:   Felipe Burbano de Lara

Tomado de:   Diario HOY

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