La madre de todas las batallas

En las elecciones del 13 de abril del 2025 pelearemos la madre de todas las batallas, y es que, de perder el país, no solo que podría producirse una fuga de capitales que pondría en vilo al sistema de dolarización —con efectos devastadores en los niveles de empleo y pobreza de Ecuador— sino que se daría inicio a un régimen con tintes autocráticos del estilo de Venezuela o Nicaragua que se sabe cuándo comienza, pero no cuándo termina. El incremento del riesgo país en más de 400 puntos base post primera vuelta solamente es un aviso de la noche que se nos puede venir.

Una victoria en cambio, abrirá las puertas a la inversión extranjera directa que únicamente está esperando la continuidad de las buenas políticas económicas aplicadas en el último año y otros impulsos para aterrizar en pistas ecuatorianas, con efectos positivos en la generación de empleo, competitividad de la economía y por ende en el desarrollo económico del país, y la seguridad de mantenernos en un régimen auténticamente democrático con todas sus implicancias.

Guerra avisada no mata gente y no hay mejor carta de presentación de los candidatos que sus propios antecedentes. Y, es que como dice la biblia: por sus frutos los conoceréis.

Por un lado, tenemos a la revolución ciudadana, el mejor alumno del Socialismo del Siglo XXI entre 2007 y 2017. Prometieron más democracia, pero en la práctica hicieron todo lo contrario. En lo económico se festinaron todos los ahorros previos y el boom petrolero, además de un endeudamiento sin fin, en las peores condiciones financieras, para levantar una supuesta burbuja de prosperidad y la idea de una pronta sociedad rica e igualitaria que les diera réditos políticos.

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Artículo de Carlos Rivera: «La madre de todas las batallas»

Pero esta burbuja de prosperidad se reventó tan pronto se cayó el precio del precio del petróleo, en el 2015. Acabó así este delirante proyecto en el mayor de los fracasos, y del disque tigre latinoamericano quedamos en el más escuálido de los gatos.

Las explicaciones para ello es que las principales políticas implantadas violaban todos los principios de eficiencia y sostenibilidad en el manejo de los fondos públicos. A saber: inversiones mal evaluadas con sobreprecio, exceso de gasto público, desequilibrios fiscales, proteccionismo, sobre regulación estatal y un sistema tributario fuertemente progresivo solamente alimentaban una suerte de euforia de gasto en el corto plazo, que ciertamente generó una buena dinámica económica, pero que estuvo asociada básicamente al precio del petróleo, antes que a ninguna autoría intelectual de una buena política pública.

En estas elecciones regresan las ideas equivocadas y fallidas del socialismo del siglo XXI en cuanto a los excesos de la intervención del gobierno, el cual pareciera ser el único gran director de orquesta del desarrollo económico para los revolucionarios, respecto de lo cual se puede prever nuevamente el más absoluto y rotundo fracaso. Las sabias palabras de Milton Friedman no pueden ser más elocuentes para explicar estas previsiones: “Si uno se gasta su dinero en uno mismo, uno se preocupa mucho de cuánto se gasta, así como de cómo se lo gasta; si uno se gasta su dinero en otros, uno sigue estando muy preocupado de cuánto se gasta, más no tanto en cómo se gasta; si uno se gasta el dinero de otros en uno mismo, uno no está tan preocupado de cuánto se gasta, pero sí muy preocupado de cómo se gasta. Sin embargo, si uno se gasta el dinero de otros en otros terceros, uno casi nunca se preocupa en cuánto se gasta ni en cómo se gasta”.

Esta vez los socialistas del siglo XXI vienen por más y, sin el menor pudor, expresan su admiración abierta y sin desparpajo por el modelo venezolano, la garantía plena de la impunidad de las cuentas pendientes con la justicia de todos los bucaneros y sátrapas que saquearon al Ecuador, así como nuevos frenos a la libertad de expresión para poder delinquir en paz.

Un tema especial que merece un punto aparte es el uso anunciado de las reservas del Banco Central como fuente de financiamiento de la política pública, que es como darle una cerveza a un alcohólico para que calme su sed y que, en un mal escenario, podría poner en jaque al mismísimo sistema financiero si se generan malas expectativas que alienten una corrida bancaria y/o fuga de capitales. Una bomba de tiempo que para los revolucionarios en realidad cae como anillo al dedo, si recordamos su propuesta histórica de “desdolarización buena y ordenada”, que no es más que un título de antología para el desastre.

En el otro lado, tenemos al presidente Noboa, a quien tocó hacerle frente a tres grandes shocks: económico, inseguridad y energético.

En lo económico, se heredó una economía profundamente dañada con atrasos fiscales de más de 5 mil millones, déficit fiscal y riesgo país en tendencia explosiva, que cerraba toda posibilidad de financiamiento internacional. Frente a ello se implementaron medidas audaces, como el incremento del IVA, coherente con un sistema tributario óptimo tendiente no distorsionar las decisiones de los agentes económicos; la eliminación del subsidio a la gasolina extra que no es solo una medida fiscalista, sino de racionalización en el uso de los escasos recursos públicos y fundamentalmente ambientalista. Todo esto sin mayores tensiones sociales, nada trivial para un país que ha visto caer varios gobiernos por intentos similares.

Naturalmente queda mucho trabajo por delante, considerando que el problema central del Ecuador es el crecimiento de mediano plazo que no es un resorte de la política fiscal, sino que se encuentra asociado a una serie de reformas estructurales, lo cual requerirá dar duras batallas en el minado campo político e ideológico del Ecuador. La garantía es que toda propuesta será desarrollada con una praxis ecléctica, dejando los fundamentalismos de lado y lado, y sujeta al manejo macroeconómico prudente, apertura comercial y financiera, mercados libres, respeto irrestricto de los derechos de propiedad, políticas de educación pública dirigidas a mejorar el capital humano e incentivos a la contratación de trabajo, todo con una perspectiva de cuidado del medioambiente y de combate a la pobreza y la mala distribución del ingreso.

En materia de inseguridad, la irrupción de violencia desde inicios del régimen y el propio recrudecimiento en estas últimas semanas obedece a que el Presidente Noboa declaro la guerra a los GDO, a diferencia de otros que les auparon y se hacían de la vista gorda a cambio de una supuesta paz, pero hipotecando el futuro del país. Respecto a lo energético, el presidente está sentando las bases para que los racionamientos sean un asunto del pasado.

Con todo lo expuesto podemos señalar taxativamente que regresar los ojos al socialismo del siglo XXI sería imperdonable, salvo que queramos cometer algún tipo de suicidio colectivo, y que nuestro voto simplemente debe ir por aquel que de las mejores señales para atraer la inversión privada nacional y extranjera. Ello implica votar por el que asegure un manejo fiscal prudente y la disciplina macro, las buenas relaciones internacionales, el mejor combate a la corrupción y a las mafias organizadas y la oportunidad de mantener un régimen verdaderamente democrático.

Autor: Carlos Rivera

Fuente: Plan V

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